Dicen que la vida es eso que pasa mientras tú haces otros planes.
Algo parecido sucede en el deporte. El verdadero partido es aquel que juegan las emociones. Todo lo demás, lo perceptible a los ojos, es sólo el resultado de cómo gestionamos el control sobre éstas.
En el Campeonato de Europa celebrado la pasada semana en Coruña no se jugaron 40 partidos, fueron muchos más. Dentro de esos 40 choques se disputaron cantidad de enfrentamientos en los que se medían fuerzas países, entrenadores entre sí, aficiones, jugadores con sus técnicos y hasta compañeros de equipos. Porque estas pequeñas batallas forman parte también de la competición y ganarlas supone una gran ventaja con respecto al rival. Es aplicable a un equipo aquello que se dice de la pareja perfecta: no es la que no tiene problemas sino la que sabe superarlos juntos.
A pie de pista se escuchan, se intuyen y se sienten estos pequeños conflictos. También se ven detalles que la televisión o la distancia con la grada no permiten conocer. Por ejemplo; la deportividad de Helder Nunes, patente hasta en dos ocasiones en este europeo; la primera, cuando su equipo perdía contra Francia y se acercó a la mesa a indicar que habían sido dos las faltas cometidas por su equipo y no sólo una como estaba marcado, y la otra en la final cuando aseguró haber sido él el último en tocar la bola antes de que ésta saliera de la pista concediendo así el saque a España.
Pero a lo largo de ocho días son muchas las actitudes que llaman la atención, no todas para bien, pero de las que no se puede aprender es mejor desecharlas al cajón del olvido.
La confianza de Sénica en los suyos demostrada en cada lanzamiento que padecían los lusos en power play al pedirle al jugador preparado para entrar en pista que no fuera a la puerta porque “no nos van a marcar”. La templanza de Domínguez siempre preocupado por mantener la calma en su banquillo. El carácter de un Mariotti que conecta con sus jugadores o la eterna sonrisa de un Savreux superado por la alarmante situación del hockey en Francia donde las instituciones han decidido que no somos merecedores de su apoyo.
Pero no sólo las cuatro grandes estaban en este campeonato. Fueron once las federaciones representadas en Galicia -España, Portugal, Italia, Francia, Suiza, Andorra, Alemania, Inglaterra, Austria, Holanda y Bélgica-, once banderas lucían en lo alto de Riazor avisando de la magnitud del evento.
Y de todas ellas, España fue la mejor. Sin discusión, desde el primer minuto hasta el último de Campeonato los de Alejandro Domínguez se mostraron intratables. No fue fácil, nadie les regaló nada y sufrieron durante un primer tiempo con Alemania y en los partidos con Francia -cuyo resultado (8-2) es engañoso-, con Italia y, por supuesto con Portugal en la gran final. Pero estuvieron inmensos los españoles, y, aunque los títulos no los gana uno solo, y es sin duda una recompensa al buen trabajo en equipo, hay tres nombres propios a señalar:
Ferran Font por ser la gran revelación de este equipo. Su campeonato ha sido la mejor respuesta a los más escépticos.
Eduardo Lamas. Jugaba en casa y así se sintió dejándonos disfrutar de su mejor versión.
Y al que nadie niega: SERGI FERNÁNDEZ. Nada que explicar. Todo dicho. A día de hoy, el mejor portero del mundo de hockey sobre patines.
Enhorabuena a cada uno de los participantes en este europeo: jugadores, técnicos, directivos y voluntarios. Todos ellos piezas clave del engranaje de Coruña 2018.
Felicidades al conjunto español por su nueva conquista y ya son 17… el que oídos que oiga: este deporte y esta selección se merecen su PREMIO.
Susana Pandavenes
WSEurope Rink Hockey